Es evidente que de forma natural siempre han existido cambios, siempre ha habido oscilaciones con épocas más cálidas y otras más frías. En el momento actual y con los estudios realizados hasta la fecha, se puede afirmar que la Tierra funciona como un reloj de precisión en cuanto a sus movimientos de rotación, traslación y la inclinación de esta respecto a los rayos que provienen del Sol. De este último también se conoce su comportamiento y la incidencia que ha tenido sobre el planeta terrestre a lo largo de las diferentes épocas históricas. Aun así, podemos añadir un erupciones volcánicas, que han contribuido al enfriamiento del globo terrestre en momentos puntuales debido a la reducción de la radiación solar. Un ejemplo fue el volcán Pinatubo (Filipinas), que en el año 1991 hizo descender la temperatura media a nivel global en aproximadamente un 3,5%. Y es aquí donde los expertos, introduciendo estas variables y haciendo correr sus modelos y llegan a la conclusión que el rápido aumento de la temperatura (+0,56°C) en los últimos años, no mantiene ninguna relación con lo que debería estar sucediendo.
El cambio climático parece cada vez más certero, una alteración que afectará y afecta a los sistemas biológicos, ahora bien, aun no se tiene muy claro el efecto de este sobre las distintas especies consideradas plaga. Podemos decir que el aumento de la temperatura tiene una incidencia tanto en plantas como insectos, acelerando en ambos casos su metabolismo y adelantando su fenología, pero si uno u otro se adapta con mayor facilidad a este cambio, la interacción planta-herbívoro se verá alterada.
La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa Denis & Schiff) resulta ser el principal defoliador de las masas mediterráneas. La defoliación producida en los pinares adultos afecta negativamente al crecimiento y el vigor del árbol, mientras que en los pinos más jóvenes, las continuas defoliaciones pueden llegar a ocasionar la muerte de los árboles. Además, cabe considerar que las poblaciones de este tipo de insectos se ven alteradas por la variabilidad climática, una variación que según algunos autores podría producir un mayor efecto negativo en masas antes no afectadas a causa de su situación, tanto a nivel altitudinal como latitudinal.
Y esto es solo un punto, expertos, ingenieros, científicos y especialmente, las administraciones competentes no se ponen de acuerdo para hacerle frente a esta oruga. Los tratamientos fitosanitarios de forma aérea se han ido abandonando, en ocasiones por presupuesto y en otras por razones legales. Una directiva de la Unión Europea, establece que “la pulverización aérea de plaguicidas puede causar efectos negativos significativos en la salud humana y el medio ambiente”, ésta “debe prohibirse en general, con posibles excepciones en los casos en que presente claras ventajas en términos de menor impacto en la salud humana y el medio ambiente en comparación con otros métodos de pulverización o cuando no haya ninguna alternativa viable”.
Mientras tanto, la procesionaria sigue afectando considerablemente zonas forestales de nuestro territorio, pero no solo resulta un problema para la flora de nuestros montes. Es necesario mencionar los daños a la salud humana, y como las orugas resultan urticantes para el hombre y los animales, con lo que se puede afirmar que el uso público y social de los bosques se ve directamente afectado, de igual modo que el productor y el protector, disminuyendo e impidiendo la realización de trabajos silvícolas.
Asimismo, es necesario considerar otros aspectos como el estado de las masas forestales, la dificultad para trabajarla y la falta de recursos para llevar a cabo una correcta gestión de las mismas, sin olvidar que ya sólo en Cataluña, el 62% de la superficie es forestal. Y si bien es cierto que en abril ya tendremos las orugas de la procesionaria prácticamente enterradas en su totalidad, sin la posibilidad de molestar a personas y animales, detrás habrán dejado un gran número de pinares afectados, con una importante cantidad de pinos secos. Unos árboles que quizás no tengan un valor reconocido, pero que debido a su ubicación en muchas ocasiones próximos a zonas habitadas y carreteras, son un foco ideal para el desarrollo de incendios forestales en una zona, la mediterránea, en la cual siempre han existido y existido y existirán, pero así únicamente les estamos facilitando el camino.
El ataque tan intenso de procesionaria que están sufriendo estos últimos años nuestros pinares es una consecuencia no sólo del cambio climático, también de los mencionados ingenieros y administraciones competentes. Un problema que no únicamente tendrá un efecto sobre masas forestales, sino sobre la sociedad.