Al pensar en un delta, viene a la mente la imagen de un conjunto de sedimentos depositados en la desembocadura de un río, curiosamente, la parte más meridional de Cataluña está formada por uno de ellos, concretamente el Delta del Ebro, en el que se localiza la desembocadura del río Ebro.
Un delta que en este caso tiene como principal responsable el río más caudaloso de España y que aporta sedimentos de los Pirineos, el sistema Ibérico y la cordillera Cantábrica. Pero y si también se formasen en otras condiciones, como zonas montañosas, lugares cuya temperatura fuese suficientemente baja como para llegar a originar un glaciar a partir del cual pudiese crearse un edificio deltaico.
Para argumentar este hecho hay que ir hasta el Pleistoceno, concretamente unos 31.000 años atrás, época en la que según Bordonau (1992), los glaciares tenían una extensión máxima en los Pirineos centrales. En la zona del Pirineo Andorrano, algunos de los glaciares podían llegar a los 300 metros de grosor, un desnivel que hoy día está presente entre las cotas más altas de algunas morenas laterales y sus fondos de valle correspondientes. Más adelante, tras varias fluctuaciones del global se llega a un punto, aproximadamente unos 16.000 años antes, en el que tan solo quedaron los glaciares ubicados en las partes más bajas de los valles (glaciares de valle). En este momento algunos glaciares secundarios empezaron a debilitarse, quedando desconectados de los principales. El presente artículo hace referencia a un pequeño valle del país de Andorra, tratando el glaciar principal de la “Valira d’Orient” y su desconexión con el glaciar secundario que avanzaba perpendicularmente a este por el Valle de Montaup (Andorra). Inicialmente estos dos glaciares estaban conectados, pudiéndose observar una serie de “tills” (sedimentos de origen glacial), probablemente subglaciales, en la carretera CS-240 subiendo desde Canillo hacia el Valle de Montaup, esto nos indica que en esa zona había un glaciar que erosionó, transportó y depositó esos sedimentos. Poco a poco el frente del glaciar secundario fue retrocediendo, igual que el principal, aunque este seguía teniendo un grosor importante y cuya morena lateral iba ganando altura. El glaciar secundario fue fundiéndose y sus aguas llegaron hasta la morena lateral donde quedaron estancadas, formando un lago de obturación donde se depositan sedimentos lacustres, además, las precipitaciones ocasionales pueden generar torrentes que transportan sedimentos torrenciales, llegando hasta el lago y creando un cambio lateral de facies (conjunto de rocas sedimentarias o metamórficas con características determinadas, ya sean paleontológicas o litológicas que ayudan a reconocer los ambientes sedimentarios o metamórficos, respectivamente, en los que se formó la roca) entre estos dos tipos de sedimentos. Con el paso del tiempo el lago se fue rellenando de estos sedimentos, dejando cada vez menos espacio para el agua, a la vez que se fueron depositando de forma horizontal los sedimentos deltaicos tal y como se observa en la figura. Una vez el lago fue rellenado de sedimento, se alcanzó una cota altimétrica igual, o prácticamente igual a la de la morena lateral. Con el paso de los años, el río de Montaup, afluente del “Valira o’Orient” ha ido erosionando este depósito y dejando algunos de estos sedimentos a la vista.